sábado, 3 de octubre de 2009

Historia de la Disfunción Sexual Eréctil. De la Antigüedad al "Siglo de las Luces"

En antiguos tiempos, la agricultura, y la fertilidad humana, fueron vinculadas a través de los rituales religiosos. Algunos dioses fueron revestidos de símbolos fálicos y los hombres con problemas eréctiles, concurrían, para ser ayudados, a los clérigos. Las explicaciones y las curas eran indicadas por los dioses. Los griegos clásicos le rogaban a Afrodita, y la Biblia describe casos de impotencia castigados así por adulterios cometidos.

En el Génesis, Dios ordena a Abimelech impotente a acostarse con la mujer de Abraham. También se dice que Dios permite el poder del Diablo sobre los genitales. En tiempos medievales, muchas mujeres fueron quemadas en la hoguera, en respuesta a las fallas sexuales de sus compañeros hombres.
Las enseñanzas de Hipócrates (400 años antes de Cristo), prevalecieron en la medicina occidental hasta el Renacimiento.

Hipócrates enseñó que las erecciones eran generadas por el "pneuma" (el aire) y el "espíritu vital" fluía dentro del pene. Cualquier enfermedad, o disbalance entre los cuatro humores (sangre, flema, bilis amarillenta y bilis negra) y los cuatro elementos (tierra, aire, fuego y agua), podían llevar a la impotencia. Además, como el semen era la más potente fracción del cuerpo masculino, no era sorprendente la sensación de debilidad luego de la eyaculación. Hipócrates opinaba que los excesos sexuales podían reducir la potencia - un tema que ha sido tomado, re-explorado y difundido muchísimas veces a lo largo de más de 2000 años.

A Hipócrates también pertenece la teoría que los testículos estaban conectados con el pene por cuerdas finas que facilitaban la erección. El daño de esas cuerdas -como ocurre en la castración- afectaban al hombre en su capacidad eréctil.

Durante el Renacimiento, este clásico modelo fue desafiado por Leonardo da Vinci. Él había observado que los hombres ejecutados por ahorcamiento, frecuentemente se les producían erecciones reflejas. Cuando se les cortaba el pene a tales condenados, comprobaban que estaba lleno de sangre, no de aire como sostenía Hipócrates.
Más tarde, en 1677, Reiner de Graaf demostró que la erección puede ser generada en el cadáver humano inyectando agua dentro de la arteria ilíaca.

En 1863, Eckard demostró que la erección era un fenómeno neurovascular, y que aplicando estimulación eléctrica en los nervios erigentes (en la zona pélvica), era capaz de inducir tumescencia en el perro.

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